Por: Valente Souza
Rescatar las 33 barrancas de la ciudad, repartidas en 40,000 hectáreas que ocupan
“Hace tres mil años las barrancas de la ciudad eran bosques espectaculares. Para conservarlos se forjó un pacto que prohibía construir en aquellas zonas que superaran la altitud de 2,300 metros sobre el nivel del mar. Sin embargo, ese pacto se rompió en los años sesenta”, explica Valente Souza, director de la empresa Inteligencia Hidráulica (IQH) y asesor de la Secretaría del Medio Ambiente del Distrito Federal. Para Souza, son estratégicas las 33 barrancas ubicadas en el poniente de la ciudad, 40,000 hectáreas que van desde Naucalpan hasta la confluencia de la Sierra del Ajusco y la Sierra de las Cruces.
Ante el crecimiento demográfico, las barrancas se alteraron. Souza advierte: “Si no conservamos las barrancas, no hay viabilidad para la ciudad y el riesgo de inundación crece: el agua no se infiltra en las montañas, que funcionan como grandes tinacos”.
La conservación de la riqueza ecológica de las barrancas exige viveros locales para plantar las semillas originarias de la zona. El modelo de gestión de estos viveros generaría múltiples beneficios: los estudiantes universitarios podrían hacer su servicio social recolectando las semillas de las barrancas en la época de floración. Además, la Secretaría del Medio Ambiente ya tiene un presupuesto para la operación de estas instalaciones que podrían ser aprovechadas como una herramienta de educación ambiental que involucre a los vecinos.
Tal vez el mayor y más urgente reto es sensibilizar a la población que habita en estas zonas dándoles buenos incentivos económicos para construir un pacto ciudadano respetuoso con su entorno.
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